jueves, marzo 12, 2015

LA VIDA COMO ESPECTÁCULO

de lo público, lo privado y el público

“Yo sólo soy memoria y la memoria que de mi se tenga”
Elena Garro
Recuerdos del Porvenir

Permítaseme la reconstrucción; la mujer va caminando por la calle, su ropa es la de todos los días, cómoda y fresca para la primavera, no lleva grandes adornos ni su maquillaje es notorio, su cabello sujeto por una diadema negra sencilla ondea por detrás de ella. A su paso surgen fotógrafos de cada esquina, de cada auto, de cada arbusto. Ella no interrumpe el paso e intenta, no siempre con éxito, ignorarles.
            Kate Middleton es, en ese entonces, la prometida del príncipe heredero de la corona inglesa y sólo por ello, al parecer, su vida ya no le pertenece…

¿Por qué nos interesa la vida de los demás?
            Permítaseme aventurar una hipótesis; tiene algo que ver con nuestra evolución social. Al contrario de lo que dicta el saber popular, es falso que no experimentemos en cabeza ajena, tanto más; nuestra sociedad depende, de hecho, de que experimentemos en cabeza ajena.
            Aprendemos más allá del mero empirismo, absorbemos las experiencias de otros como si fueran las propias y, en una perversión de esto, escapamos de nuestras grises vidas a través de las de los otros.
            Si aceptamos que proyección e introyección forman nuestra vida diaria, es decir; si aceptamos que somos mucho más que nuestra circunstancia. Entonces también aceptemos que somos lo que hacemos para cambiar lo que somos y, sobre todo, somos también lo que imaginamos ser.
            Una perversión extrema de todo esto es, por supuesto, la proyección de deseos y realizaciones a figuras públicas, sean estas equipos de fútbol (si la selección gana, ganamos) o miembros de la realeza cuyo único mérito es haber nacido en una cuna distinta a la nuestra.
            Volvamos, entonces, a la pregunta; ¿por qué nos interesa la vida de los demás? Parte de la respuesta, aunque no completa, es porque a través de ellos proyectamos nuestros deseos, anhelos y frustraciones.

Hay, sin embargo, un extremo opuesto a todo esto y es el exponer nuestra propia vida al escrutinio público.
            No es nuevo; en el fondo de toda autobiografía subyace la idea de nuestra vida es ejemplar y por tanto puede (y debe) ser conocida por los demás. Es sólo que en los tiempos actuales la inmediatez y accesibilidad de las tecnologías de la comunicación pueden haber hecho este fenómeno mucho más notorio.
            Dejemos de lado los blogs, ya que estos, si bien también un ejercicio de narcisismo digital, por lo menos obligan al lector a conocer una dirección específica y al redactor a intentar, así sea mínimamente, un contenido interesante. No, centremos nuestra atención en las llamadas redes sociales, particularmente en twitter y facebook.

En México, hace algunos años, el JJ es buscado por atentar contra la vida un futbolista en los baños de un bar. Durante meses logra eludir la cacería policíaca, hasta que es aprendido en una colonia de la ciudad de Cuernavaca, en el estado de Morelos de este país.
            No… No es que las fuerzas del Estado hayan logrado su ubicación a través de técnicas especializadas e investigación de alto nivel como la que se ve en serie de televisión como CSI y sucedáneos… No, la novia del presunto delincuente expuso fotografías de ella y su pareja en facebook, etiquetándolas con comentarios del tipo “aquí con mi novio en nuestra casa del fraccionamiento Alamedas número 7, Cuernavaca, Morelos”.
            Un ejemplo más. Figuras públicas como David Visval o Paulina Rubio sostienen cuentas de twitter, en ellas, con 140 caracteres o menos, exponen sus ideas o anuncian sus próximas presentaciones… En ellas, también, dan muestra clara de su desconocimiento de geografía, de ortografía o de corrección política...

¿Por qué exponer nuestra vida al escrutinio público?
            Antonio Delhumeau (El Hombre Teatral, 1983) aventura una hipótesis. Somos seres teatrales, representamos papeles ante nosotros mismos y los demás; teatralizaciones para trascender o pasar desapercibidos, para autoafirmarnos y reafirmarnos.
            ¿Por qué exponemos nuestras vidas al escrutinio público? La respuesta es simple y compleja, para dejar huella, para ganar eternidad más allá del cromosoma… Para que se sepa que estuvimos aquí y fuimos importantes.


Mario Stalin Rodríguez
Hasta donde recuerdo, este texto fue elaborado en 2011 por petición de la encargada de la cátedra de Fotoperiodismo en la licenciatura de Artes Gráficas de alguna universidad de Tenerife. Ignoro si al final decidió, como era su idea original, repartirlo entre sus estudiantes... El propósito original del texto era hablar un poco sobre el uso de la imagen como cuestión pública y el derecho a la privacidad. lo retomo hoy, cuatro años después, porque el reciente fallecimiento de quien fue, en algún momento, muy cercana a mi familia, me lleva a una reflexión sobre la memoria y lo que dejamos tras de nosotros... Reflexión que, en estos momentos, no me siento con ánimos de llevar a cabo.
A la Familia de Tania Serrano Candela, toda mi solidaridad y mi cariño.

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