jueves, abril 02, 2015

CAUSALIDADES

CASUALIDADES

Disfrutaba del efecto que causaba en los otros; de la forma un tanto lujuriosa con la que los hombres la miraban, del rastro de envidia con el que otras mujeres le observaban pasar... O, tal vez, era sólo extrañeza; ¿qué tenía ella que llamaba tanto la atención?
            No era una chica de portada; su tipo no correspondía al estereotipo que los medios venden, tirando más bien a pequeña y un poco pasada de peso. Pero algo en ella atraía las miradas hacia ella. Tal vez era su cabellera negra y abundante, tal vez algo en la manera en la que se movía o la forma en la que combina su ropa... Cuando ella salía a la calle, las miradas la seguían.
            Menos la de él...

No solía voltear demasiado. Caminaba ensimismado en sus pensamientos, demasiado ocupado en lo que traía dentro para percatarse de lo que ocurría afuera; será por eso que constantemente chocaba con el mobiliario urbano.
            Si se diera la casualidad y se encontraran por la calle, probablemente chocarían; ella ocupada o llamar la tención de los otros, él en lo que fuera que habita en su cabeza. Chocarían, ella tiraría su bolso y él, apenado, murmuraría algunas disculpas y le ayudaría a levantar sus cosas.
            Sería un encuentro efímero... Y cada uno seguiría su camino.

Sin embargo, a veces, se reúnen.
            Se encuentran sin nombres en una habitación anónima. No hablan mucho entre ellos; no comentan cómo les fue en el día ni preguntan por la jornada del otro.
            Beben algo, pero no lo suficiente como para considerarlo embriaguez... Y entonces se miran.
            Él toma su cara entre sus manos y la besa, pasea su dedos entre su abundante cabellera. Ella revuelve el escaso cabello de su pareja y, lentamente, va bajando sus manos por el torso de él; desabrochándole el cinturón.
            Y se toman mutuamente...

No son encuentros efímeros, a veces duran días. Una vez, sólo una vez, una semana entera.
            Pero terminan.
            Siempre de mutuo acuerdo, cuando el deseo de ella y él acaba.
            A veces él la ayuda a vestirse, otras, la mayoría, sólo se miran a los ojos y sonríen... Nunca se despiden, no con palabras, no con gestos. Sólo toman sus cosas y cada uno retoma su camino.


Mario Stalin Rodríguez

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