NEOLUDISMO
instrucciones para cazar monstruos de bolsillo y uno
que otro retrógrada
No es un fenómeno nuevo, es sólo que las
redes sociales y la interconexión lo han hecho paradójicamente más visible; en
redes sociales y medios de comunicación es común ver publicaciones que condenan
y critican el uso y lo que ahí se llama “abuso” de los dispositivos móviles y
las redes sociales por parte de “los jóvenes”.
Estas
publicaciones pueden tomar las más diversas formas, desde la simple imagen que
muestra a todos los miembros de un grupo de jóvenes mirando sus celulares en
vez de “apreciar” la pintura, escultura o paisaje que tienen en frente, pasando
por ilustraciones pretendidamente satíricas, que muestran a una masa de personas
sin rostro que se dirigen directamente al vacío mientras ven las pantallas de sus
móviles, hasta escritos que enmascaran su tecnofobia en “argumentos”
pretendidamente “pedagógicos”.
Independientemente
de su forma, en el fondo todas estas posturas pueden resumirse en lo mismo; la
tecnología, particularmente las redes sociales y los videojuegos, nos
despersonalizan y “roban” la infancia de los niños, pues les impiden “convivir”
con otros niños y jugar los juegos que “antes se jugaban” en el parque o la
calle. Es decir, básicamente; que antes era mejor.
En tiempos recientes, estas posiciones se
han visto, si no fortalecidas, sí mayormente replicadas debido al éxito
alcanzado por el reciente lanzamiento de la aplicación “Pokemon Go” para
dispositivos móviles.
De
ahí que podamos ver una extraña concordancia entre quienes ven en el que la
mayoría de los usuarios del juego sean mujeres (hasta el 63%, según los datos
de Nintendo) una reafirmación a su machismo más medieval (“la tecnología nos
desmasculiniza arrojándonos a juegos propios de mujeres” o “la tecnología masculiniza
a las mujeres al involucrarlas en un juego de competencias y batallas más
propio de hombres”) y quienes ven en esto la confirmación de sus conspiranoías
más paranoides (“el juego es utilizado por el gobierno para espiar nuestros
movimientos y saber en todo momento dónde estamos”); los extremos se tocan y
alcanzan acuerdos por el eslabón más estúpido.
Uno
de los principales “argumentos” esgrimidos por estos neoludistas es que buena
parte de los jugadores de esta aplicación son mayores de 20 años (más del 75%,
según los datos arriba citados), lo que, aparentemente, les impiden dedicarse a
cosas propias de su edad (como “buscar trabajo” o “luchar contra el
imperialismo”, dependiendo de quien escriba), porque salir de vez en cuando a
capturar monstruos de bolsillo es impedimento para cualquier otra actividad.
Obviamente estas posiciones no resisten el
mínimo análisis; se nutren de la resistencia natural del ser humano al mínimo
cambio. En el fondo y la superficie, son los mismos que veían en los juegos de
rol una escuela de asesinos, los que ven en los videojuegos, el cine y la
televisión la explicación primera y última de la violencia social... El mismo
miedo que decía que la imprenta acabaría con el arte de la escritura, la radio/el
cine/la televisión/las redes sociales con la literatura, el teléfono con la
convivencia personal y etcétera.
El
miedo a que todo cambie por herramientas que no acabamos de entender, porque el
mismo miedo nos impide intentar entenderlas.
La tecnología es, finalmente, una herramienta.
Herramienta
que lo mismo puede ser vista como la confirmación de nuestros mayores temores o
bien como una forma de potenciar la socialización, librándonos del inmediatismo
geográfico y conectándonos con personas a lo largo del orbe.
La
tecnología ha ayudado a socializar la información que le es incómoda a los
poderosos, la tecnología ayudó a consolidar movimientos sociales de un nuevo
tipo como lo fueron el 15M, el #YoSoy132 y otros... Sí, la misma tecnología que
permite, hoy, que personas aprovechen sus caminos fuera de casa para hacer sus
actividades cotidianas y cazar monstruos de bolsillo.
La
tecnología es una herramienta que se debe aprender a utilizar... Y para ello es
necesario liberarse de miedos y de atavismos retrógradas.
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, Opinión, virus informáticos
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